domingo, 7 de octubre de 2012

Así habla el Dios de Spinoza


 Así habla el Dios de Spinoza: deja de rezar y disfruta de la vida, trabaja, canta, diviértete con todo lo que he hecho para ti. Mi casa no son esos templos lúgubres, oscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi morada. Mi casa son los montes, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es donde vivo. Deja de culparme de tu vida miserable. Yo nunca dije que eras pecador y que tu sexualidad fuera algo malo. El sexo es un regalo que te he dado para que puedas expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. No me culpes de lo que te han hecho creer. No leas libros religiosos. Léeme en un amanecer, en el paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de un niño. Deja de tenerme miedo. Deja de pedirme perdón. Yo te llené de pasiones, de placeres, de sentimientos, de libre albedrío. ¿Cómo puedo castigarte si soy yo el que te hice? Olvídate de los mandamientos que son artimañas para manipularte. No te puedo decir si hay otra vida. Vive como si no la hubiera, como si esta fuera la única oportunidad de amar, de existir. Deja de creer en mí. Quiero que me sientas cuando besas a tu amada, acaricias a tu perro o te bañas en el mar. Deja de alabarme. No soy tan ególatra. Así habla el Dios imaginario de Baruch Spinoza, filósofo panteísta del siglo XVII, judío sefardí, fundador de una escuela mística, de la que se han nutrido jipis, gurús, vendedores de semillas de calabaza y otros profetas de la moderna espiritualidad. Si existiera un Dios tan esteta y se hiciera visible, se le podría exigir que explicara el dolor de tantos inocentes, los millones de niños que mueren de hambre, la violenta depravación de muchos hombres con las mujeres, el instinto de matar que ha inscrito en las entrañas del ser humano. El Dios de Spinoza fluye sobre los verdes valles, sobrevuela las cumbres de nieve, se confunde con los ríos incontaminados, con los delfines azules, con las risas de los niños. Pero el mal no se corresponde con esa belleza. Ese Dios nos dice: dejad de pedirme cosas. ¿Me vais a decir a mí cómo hacer mi trabajo? Yo soy puro amor. Entonces, tendrá que explicarnos por qué allá donde vuelves el rostro no encuentras en este perro mundo más que maldad, guerras, basura moral, lágrimas y sangre de inocentes, que también forman ríos y mares. 

 MANUEL VICENT 7 OCT 2012

1 comentario:

  1. Este texto es buenísimo,me encantaría que los que son plenamente dualistas leyeran esto,creo que la Religión es la mayor mentira que existe,estas personas que se creen que son mejores personas por rezar,son las mismas que crean guerras por dinero,petróleo o por simplemente ser de otra religión,son las mismas personas que ven bien que un hombre islámico tenga varias mujeres y si una mujer hace justo esto,se le tiran piedras hasta casi matarla o directamente matarla,piensan que el papa es hom bre de Dios,me parece muy falso todo esto,si ese mismo papa hubiera decidido ser economista,en su lugar hubiera otro y todos dirían que él es hombre de Dios,lo siento pero lo veo bastante mal.
    Al ser materialista no creo que al morir quede algo de nosotros,en mi opinión no queda nada,incluso las personas que nos querían o conocían mueren o nos olvidan,por esto mismo al morir dejamos de ser,es como si nunca hubiéramos estado,todo lo que hagamos más o menos lo hacemos para nada,ya que todo lo que hacemos se olvida;pero este texto me ha hecho respetar aún más a los panteístas,me parece muy bien que hayan distintas teorías sobre casi todo porque sino todo sería más aburrido si todos pensaramos lo mismo en todo,es más,quizas ellos sean los que tienen razón y esto sea cierto,quien sabe...

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