domingo, 25 de marzo de 2012

Sobre las corridas de toros (La excursión)

Se ha dado recientemente el caso de que un grupo de escolares de Roquetas de Mar han sido llevados de excursión a visitar un tentadero, y que los solícitos gestores del negocio han tenido a bien enseñarles, entre otras lindezas, cómo se banderillea a una vaquilla, se la arrincona en los ángulos del coso o se la fatiga hasta entrar a matar. Lo lamentable del espectáculo va más allá de la controversia sobre si el toreo es o no cultura o si debe prohibirse o no su celebración entre personas bien nacidas. Incluso los defensores a ultranza de este tipo de sangrías reconocerán que un niño de ocho, nueve o diez años aún no está preparado (si es que lo está alguna vez) para presenciar el ejercicio de la crueldad gratuita contra un animal que no puede defenderse. ¿Dan boquerones en vinagre a los bebés de seis meses para que se acostumbren a toda clase de comidas? ¿Se proyecta pornografía a los adolescentes para revelarles los secretos de la procreación? Ya no se trata sólo de que la llamada fiesta constituya un acto repugnante de acoso y degüello a un congénere animal (porque hay muchos toros más humanos que los que los miran desde las gradas, y muchas personas con cuernos): se trata de los efectos colaterales que una tal educación puede obrar en el alma de los más pequeños.

Aprender que introducir a una criatura en un círculo de arena con el fin de torturarla mediante pullas, cuchilladas, lanzazos y carreras es una ocasión deliciosa para estimar la belleza de la vida y el dominio de la naturaleza supone un mal camino si deseamos inculcar la tolerancia, el respeto y la sana convivencia con quienes nos rodean. Si tenemos que aguantar de momento la fiesta de los toros, que así sea si no hay más remedio; pero por favor, que no llenen de porquería las cabezas de los niños.
Luis Manuel Ruiz
EL PAÍS-24 MAR 2012 -

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