domingo, 15 de enero de 2023

12.9. ¿Debemos renunciar a la utopía de un mundo mejor?

 La Modernidad ilustrada, con su fe en la razón y en el progreso, nos hizo concebir que La utopía de un mundo mejor no solo era algo deseable sino también realizable. Pero este optimismo ilustrado se truncó tras el fracaso de los grandes proyectos transformadores de la segunda mitad del siglo XIX y de la primera del  XX; a lo que se unió, posteriormente, la enorme dificultad de llevar a la práctica la utopía de una democracia capitalista global (utopía que solo parece realizable a nivel de unos pocos Estados-nación).  Se tenía la sensación de haber llegado al límite de lo posible y nos sumimos en el desencanto, la desconfianza y la resignación: no era imaginable otra alternativa mejor a la realidad existente (se acabó el sueño utópico de un mundo mejor). …

El desencanto está llevando a muchos a renunciar a  la idea de “progreso universal” (aportada por la Modernidad) y a apostar, cada vez más, por la idea de “progreso particular e individual: "America first", “Prima l'Italia”, "Los españoles, primero", “Primero, yosálvese quien pueda!). …

Este cambio de mentalidad supone una ruptura con la Modernidad ilustrada, de tal manera que, desde finales de la década de los 70 del siglo XX, y paralelamente al fenómeno de la globalización, estamos asistiendo a un cambio de paradigma cultural: la Modernidad (que se caracterizó por el etnocentrismo cultural europeo) está siendo sustituida por, lo que se ha dado en llamar,  la Posmodernidad (que se caracteriza por el relativismo cultural; puesto de manifiesto por la globalización al confrontarnos con la diversidad de culturas). ….  El individuo posmoderno considera que la utopía de un mundo globalmente mejor no ha podido llevarse nunca a la práctica de forma eficaz,  porque toda utopía se ha basado hasta ahora en unos  pretendidos valores absolutos y, por tanto, universalizables (los de la cultura europea), que chocan con una realidad que es culturalmente diversa y con el relativismo valorativo que esa realidad comporta. …

La relativización de los valores hace inviable la implantación, a nivel mundial, de un único modelo de organización social, ya que lo que para nuestra cultura puede parecer  ideal, puede que no lo parezca para otras. … Por ejemplo, para nosotros la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, en cambio, otras culturas no opinan lo mismo, y tienen otras preferencias políticas. …

La Posmodernidad supone una ruptura con la Modernidad ilustrada porque considera que la Ilustración, a pesar de sus aportaciones positivas a la cultura europea, no es funcional en el contexto multicultural al que nos ha enfrentado la globalización. …

Ante la dificultad de establecer unos valores universalmente compartidos, algunos filósofos han propugnado la necesidad de abandonar los grandes proyectos utópicos y centrarse mejor en la búsqueda de soluciones para  problemas concretos que sean realmente abordables (problemas del medio ambiente, de la desigualdad, de la violencia de género, del desempleo, etc.). …

 [¡OJO!: la Modernidad es una etapa cultural que no debe confundirse cronológicamente con la histórica Edad Moderna (XV-XVIII), pues estrictamente comienza a mediados del siglo XVIII (finales de la Edad Moderna)  y finaliza a mediados del siglo XX (segundo siglo de la Edad Contemporánea); a partir de entonces, y hasta la actualidad, comienza lo que se ha dado en llamar Posmodernidad. … El gran momento de la Modernidad tiene lugar entre finales del siglo XIX  y principios del XX. … El gran momento de la Posmodernidad tiene lugar entre finales del siglo XX y principios del XXI. … Sociológicamente, podríamos enmarcar la Modernidad entre dos momentos históricos: (1) el momento en que se produce la superación de la sociedad preindustrial (rural) por la sociedad industrial (urbana) y  (2) el momento en que se produce la superación de la sociedad industrial (urbana) por la llamada sociedad posindustrial (global); momento en que comenzaría la llamada Posmodernidad, cuyos máximos exponentes socio-económicos son la globalización y la “revolución digital” (Tercera Revolución; tras la agrícola y la industrial).]

Sin embargo, si bien es cierto que las grandes utopías se han mostrado difícilmente realizables y que, en las  pocas ocasiones en que ha sido posible ponerlas en práctica, las consecuencias han sido desastrosas en muchos aspectos,  también es verdad que el pensamiento utópico ha aportado algunos conceptos e ideales a la cultura política de nuestro tiempo, como los de igualdad de derechos, bienestar social, solidaridad, equilibrio ecológico, desarrollo sostenible, pacifismo, feminismo, etc., que están sirviendo para orientar la marcha de la humanidad en su conjunto hacía un mundo moralmente mejor. …  De ahí que, últimamente, se estén alzando  voces (sobre todo, desde el ámbito de la cultura) que abogan por  recuperar el espíritu utópico de la Modernidad; y, para ello, opinan, nada mejor que llevar a cabo la Ilustración de la Posmodernidad: una nueva Ilustración. …

Esa nueva Ilustración debería comenzar por recuperar y universalizar los valores democráticos (libertad-igualdad-solidaridad) de la vieja Ilustración; valores que son irrenunciables e imprescindibles para hacer realidad la utopía de un mundo mejor, pues son la única salvaguarda frente al  individualismo egoísta, la fragmentación social, la precarización del Estado-nación y la amenaza constante de la guerra y del terrorismo.

 

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