domingo, 15 de enero de 2023

12.4. La dimensión política de la utopía

 Las narraciones utópicas no son sólo literatura de evasión, contienen también propuestas políticas para cambiar la  sociedad, en cuanto que ejercen una crítica constructiva de la misma. … La obra cumbre de las utopías políticas, en sentido estricto, es, la ya mencionada, “Utopía” (1516), escrita en una época (Renaci-miento) en la que, por cierto, y aunque resulte paradójico, el pensamiento político en general es más bien realista o anti-utopista.  El máximo exponente de ese pensamiento político anti-utopista lo hallamos en otra obra cumbre de la misma época, “El príncipe” (escrita en 1513; publicada en 1532).

(1) El príncipe” es la obra emblemática del realismo político. … Para su redacción, su autor se inspiró en la forma de actuar de uno de los miembros más destacados de la influyente casa renacentista de los Borgias, famoso por su ambición de poder. … Su objetivo es mostrar a los príncipes (gobernantes) cómo deben regir sus Estados si quieren conservarse exitosamente en el poder; para lo cual, se centra en la descripción del comportamiento de gobernantes reales y de sociedades reales. … Esta obra defiende la necesaria independencia de la  Política respecto de la  Ética (y de la Religión), al poner de manifiesto cómo el ejercicio real de la política contradice con frecuencia la moral, pues no conviene siempre al dirigente guiarse por ella  (a veces, por ejemplo, es conveniente recurrir a la mentira, a la violencia e, incluso, al asesinato).

(2) Utopía” es la obra emblemática del idealismo político. … Para su redacción, su autor se inspiró en la  obra filosófica  República”, en el mito de El Dorado y en  los relatos sobre América. … Su objetivo es abrir los ojos del pueblo a los males sociales y políticos de la época y mostrarle como alternativa la idea de un Estado ideal (geográficamente focalizado en una isla imaginaria, con una sociedad organizada racionalmente). …  Esta obra defiende la necesaria unión de la Política con la Ética, al poner de manifiesto cómo el ejercicio de la política al margen de cualquier consideración moral conduce irremisiblemente a abusos e  injusticias.

Con la llegada de la Ilustración (XVIII) se produce un punto de inflexión en la concepción de la utopía: si hasta entonces, y debido a la enraizada idea de decadencia de la humanidad a partir de una supuesta Edad Dorada, se había concebido la utopía como un ideal de perfección deseable pero absolutamente irrealizable por el ser humano (al menos en este mundo), a partir del siglo XVIII, y debido a la idea de progreso ilimitado (procedente del ámbito de la Ciencia) y al optimismo cultural (generado por la fe en que el conocimiento solucionaría todos los problemas de la humanidad),  la utopía comienza a ser concebida como un ideal de perfección no solo deseable, sino también realizable por el ser humano en un futuro más o menos próximo.

Lo utópico ya no se concibe como algo absolutamente  imposible, sino como algo que parece  imposible solo en el contexto del actual orden social. … Pero ese orden social puede ser cambiado, por lo que la utopía es posible (lo que antes era mera esperanza, ahora se convierte en destino cierto). 

A finales del siglo XVIII,  y sobre todo a lo largo del XIX, los profundos cambios sociales y económicos producidos por la Revolución Industrial (aumento de las desigualdades, deplorables condiciones de vida de la clase obrera) abonan el terreno del descontento y de la crítica, así como el deseo urgente de unas sociedades más justas y sin clases. … El pensamiento utópico (estimulado por el ambiente idealista y romántico de la época) adopta en ese momento un giro revolucionario: el cambio de ordenamiento social, condición indispensable para llegar a la sociedad ideal, debe ser radical, un cambio absoluto de sistema que, según algunos, ha de hacerse, incluso, de forma violenta.  Comenzaron entonces la serie de revoluciones socialistas (que se prolongarán hasta bien entrado el siglo XX). Todas ellas intentarán llevar a la práctica la utopía de una sociedad igualitaria, sin clases sociales; pero… todas ellas ¡FRACASARÁN!

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